1-Primera visión: El mito de la creación

I

El mito de la creación y el Alma Universal

El verbo, el sonido celestial, el Saud, el verbo

La cualidad acústica del alma humana

La música de las esferas

La música del hombre

La creación, es un enigma para el ser humano, pues aunque seamos contenidos, participemos de su proceso dinámico creativo y estemos inmersos en ella, igualmente somos rebasados y esta nos trasciende. La explicación que se ha dado el ser humano de la creación, no es solo cosmogónica, sino también Ontogénica. La visión que tenemos de la creación no es solo aquella que explica el surgir del universo, su instante de eclosión, el momento de su materialización, sino también aquella que explica el mecanismo invisible que aún provoca la aparición de todos los seres y todas las formas, desde el polvo estelar, hasta un embrión o una imagen. Esta visión, que en todo caso trata de explicar lo inexplicable —por abarcante y trascendente— solo puede ser expresada a través de un proceso de síntesis y nunca dentro de una visión o visiones parciales. Es por ello que el símbolo puede darnos la visión que abarca de manera integral, lo que vemos, sentimos, pensamos y aquello que está aún más allá de todo eso.

Aunque hemos dicho que el símbolo es la síntesis de la imagen abarcante que nos otorga la visión más completa de la creación, la expresión en el lenguaje de esa sucesión de imágenes y símbolos, se da a través del Mito: Mito significa etimológicamente “expresión”. Esta explicación simbólica de la creación involucra entonces lo cosmogónico con lo intelectivo del ser humano, al universo con la mente, al punto de que se pudiera hablar bajo esta acepción de “Creación” de que aquello que nos parece externo, no es sino la representación mental del mundo o la imagen reflejo de nosotros mismos. Esta sensación nos es dada por la profunda interacción entre el mundo y nosotros, lo cual solo puede recoger y sintetizar el mito. La complicada relación entre materia y espíritu, entre cuerpo y mente y la dinámica permanente que las vincula, se recoge y se expresa también en la metáfora… eso “que nos lleva más allá”, y como decía Emerson: “La naturaleza en su conjunto es una metáfora de la razón humana”.

Es pues, el Mito y su lenguaje abarcante y metafórico quien reúne y sintetiza en un arquetipo común a la materia con la Psique humana, una resonancia con lo que el Maestro Jung denominaba Unus Mundus: El Cosmos explicado en términos humanos y el hombre explicado en términos cósmicos. Jung salió en busca del Mito como explicación válida y total del mundo, como el sustrato más hondo de sí mismo y al mismo tiempo universal para vincularse a lo trascendente, empezando por el mito primario, El Mito de la Creación, pues este no es otra cosa que la búsqueda del origen: la creación es origen. De manera permanente y simultánea, los seres humanos somos creadores y creación; el origen, el punto de inicio, es único y común para todo lo creado y es allí, donde la vinculación se hace patente… somos apenas una instancia de la transformación, del sacrificio del Ser. No existe la unión de opuestos ni contrarios, pues los opuestos no existen… en el mejor de los casos (para no hablar de la capacidad desintegradora del hombre) estos son una ilusión.

En consecuencia, no existe un movimiento perpetuo de creación-destrucción en donde ambos eventos se suceden permanentemente. Existe un solo y único evento: La Transformación. Esta síntesis que contiene el mito de la creación (universo-mente humana), es a su vez revelada de manera extraordinaria por el Maestro Erich Neumann en donde cada paso y cada retorno que implica el proceso de la creación, se repite en el ser humano al tiempo que se transmuta y se transforma hasta alcanzar lo trascendente. En el Mito de la creación está contenido y simbolizado todo lo interior y exterior, lo horizontal, lo vertical y lo central, lo que surge de la nada, la conciliación de los contrarios, el caos y la ordenación del mundo, el descenso y el ascenso, la materia, el espíritu y el sacrificio, y sobre todo la dinámica transmutante y el eterno retorno. En las láminas siguientes veremos la síntesis que hace el maestro Nuemann de estas relaciones en la creación: Universo, mente y símbolo

El Ouroboros: “El ouroboros representa lo redondo que contiene, es decir, el vientre primitivo materno y el útero, pero también la unión del antagonismo masculino-femenino, los ancestros, padre y madre unidos en cohabitación permanente (…) El incesto urobórico es una forma de penetración en la madre, de unión con ella… (…) el ouroboros simboliza también el impulso creador del nuevo comienzo, la ‘rueda que gira por sí misma’, el primer movimiento y la espiral…”.

La Gran Madre: Corresponde al período en que el ego está bajo el dominio del Ouroboros. “El ego naciente se vuelve consciente de las cualidades de placer-dolor, … en consecuencia, el mundo se vuelve ambivalente para él…. Ese mundo experimentado es el mundo del matriarcado de J. J. Bachofen, con sus diosas de la maternidad y del destino” (Neumann, 1968:47)

“La madre devoradora y malvada, y la madre dadora y bondadosa son dos aspectos de la gran Diosa Madre ourobórica que reina en ese nivel psíquico. (…) En ese estadio la consciencia no logra aún encontrar un punto de apoyo firme en medio del diluvio del ser inconsciente” (Neumann, 1968:48).

“Eso explica por qué las culturas de la Madre Diosa y sus mitologías están íntimamente relacionadas con la fertilidad y el crecimiento y, en particular, con la agricultura.. (…) Este estadio de desarrollo es regido por la imagen de la Diosa Madre con el Niño Divino… Sin embargo, ese niño sufre el mismo destino del amante adolescente que le sucede: muere. Su sacrificio, muerte y resurrección son el punto central de cultos rituales primitivos de la humanidad…, el niño es asociado al ritmo anual de la vegetación… En una fase en que la conciencia comienza a obtener su auto-conciencia… la preponderancia del ouroboros maternal se torna trágicamente funesta para ese ego” (Neumann, 1968:49-51).

“El reflejo de ese estadio inicial de la conciencia en su relación con el inconsciente es encontrado en la mitología de la Madre Diosa y de su vínculo con el hijo amante…”. La gran Madre Diosa es ambivalente: “no son apenas divinidades que alimentan, tejen, dan y conservan la vida, sino también diosas de la avidez de sangre y de lo salvaje…. Sin embargo, están subordinados a un sentido más elevado de la naturaleza, que es el sentido de la fecundidad”. “Podemos distinguir varias fases en la relación del amante adolescente con la Gran Madre. La más antigua se caracteriza por la rendición natural al destino, a la supremacía de los poderes representados por la madre u ouroboros….; la masculinidad y la conciencia aún no poseen autonomía …” (…) En el nivel siguiente, “el temor del adolescente lleva a la fuga y a la resistencia bajo diferentes formas…, la actitud de desafío, el rehusarse a amar lleva, no obstante, a lo que la Madre Terrible desea, o sea, el ofrecimiento del falo (la auto-castración)” (Neumann, 1968: 52 -78).

“Esa fragmentación se revela después en el motivo de los hermanos gemelos hostiles, o motivo arquetípico de la autodivisión…. Este motivo surge cuando el elemento masculino se separa, mediante la autodivisión, en elemento autodestructivo-asesino, de un lado, y de otro, elemento positivo-creador, llegando a la autoconciencia”.”En el comienzo de ese ritual, sucede cada año la muerte del rey adolescente de la fecundidad, cuyo cadaver es despedazado y esparcido por los campos… Posteriormente, cuando el matriarcado se transformó en patriarcado,…. el rey permanecía vivo, una vez que el animal o ser humano sustituto … volvía su muerte innecesaria” (Neumann, 1968: 83-85).

La separación de los Padres Primordiales: Corresponde al surgimiento de los opuestos. “La separación de los Padres del Mundo, la división entre los opuestos a partir de la unidad, la creación del cielo y de la tierra, del encima y del abajo, del día y de la noche, de la luz y de las tinieblas, el acto que es un crimen y un pecado…. Es creencia común de los pueblos primitivos que el cielo y la tierra estaban originalmente unidos uno al otro… (…) Volvemos varias veces al símbolo básico, la luz, que está en el centro de los mitos de creación” (Neumann, 1968: 87-88).

“Esta luz, símbolo de la conciencia y de la iluminación, es el principal objeto de las cosmogonías de todos los pueblos. En consecuencia, en las leyendas de creación de prácticamente todos los pueblos y religiones, el proceso de creación se halla fundido con el surgimiento de la luz… Ese acto de cognición y de discriminación consciente, divide el mundo en opuestos…”. El desarrollo tanto externo como interno “de la cultura humana tiene inicio con el surgimiento de la luz y la separación de los Padres del Mundo” (Neumann, 1968: 88-91).

“El hombre primitivo se encuentra en la misma situación del niño pequeño y el recién nacido: su cuerpo y su ‘interior’ son parte de un mundo extraño… Por medio del acto heroico de la creación del mundo y de la división entre opuestos, el ego sale del círculo mágico del ouroboros y entra en un estado que siente como soledad y discordia interna. Con el surgimiento del ego, la situación paradisíaca es abolida… La ruptura del estado ourobórico inicial… lleva a la división de la constitución hermafrodita y a la separación del mundo en sujeto y objeto, dentro y fuera, y también al surgimiento del bien y del mal… La superación del ego como síntoma de la inmadurez de la conciencia es compensada por la depresión autodestructiva… siendo todo eso síntomas característicos de la pubertad” (Neumann, 1968: 92-100).

Anima mundi…

El alma del mundo (en latín: Anima mundi) es el espíritu etérico puro, el cual fue proclamado por algunos filósofos antiguos como lo subyacente en toda la naturaleza. Es lo que anima la naturaleza de todas las cosas como el que alma anima al ser humano. Es sin embargo Platón quien revela este paso de lo invisible a lo visible, la fuerza que anima y mueve al universo, quien lo dota de su capacidad dinámica donde todo se crea y se destruye alternativamente de manera constante. La tierra, es decir la parcela de Universo que habita el hombre también forma parte  de esa dinámica creadora y por ende también la tierra, la naturaleza y el hombre (nosotros somos también naturaleza) participan del Anima Mundi. De hecho, todos los Génesis nos hablan de la creación como una emanación de lo divino… como una articulación del pensamiento del ser que deviene en la forma y la materia y que nosotros percibimos de manera inmediata con los sentidos en forma de luz, sonido, calor, frío, sabor y olor (lo manifiesto), pero que a través de otros mecanismos de la psique intuimos  en su esencia inefable.

El mundo creado le habla al hombre y el hombre lo reproduce y lo recrea a través de la palabra. Hildegarda Von Bingen nos describe al anima mundi así:“Soy esa fuerza suprema y ardiente que despide todas las chispas de la vida. La muerte no me afecta, pero soy yo quien la distribuye y despliego mi sabiduría como si extendiera mis alas. Soy la esencia viva y ardiente de la substancia divina que fluye en la belleza de los campos. Brillo en las aguas, ardo en el sol, brillo en las aguas, ardo en las estrellas y en todo el universo. Mía es la fuerza del invisible viento. Yo mantengo el aliento de todos los seres vivos, respiro el verdor y en las flores y cuando las aguas fluyen como seres vivos, eso soy. Yo levante las columnas que sostienen la tierra entera… yo soy el origen de todo, y así como el hombre puede moverse gracias a su respiración, el fuego arde gracias a mi ardor. Todos viven porque Todos viven porque yo estoy con ellos y yo soy parte de su vida. Yo soy la sabiduría. Mío es el tronar de la palabra que hizo nacer todas las cosas. Yo impregno todas las cosas para que nunca mueran. Yo soy la vida.”

El mundo viviente…

Por tanto, es de resaltar que este mundo es, de hecho, un ser viviente dotado con alma e inteligencia … una entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes de universo, los cuales por naturaleza propia están todos interconectados.

Platón, Timeo 29,30

 

Todo en el universo es circular – espiral, podemos ver el flujo de la energía moviéndose en forma circular en todo; la formación de los huracanes, el movimiento de la fuerza gravitatoria; centrífuga y centrípeta. Movimiento de Rotación y translación de los planetas y el sistema solar. El cuerpo humano es redondeado; cabeza, brazos, piernas, huellas dactilares, órganos, células. Todo este movimiento ha quedado grabado como una impronta en nuestro ser y nos recuerda intuitivamente que somos un mandala cada uno de nosotros y que pertenecemos a otros, siempre en continuos sistemas cerrados y abiertos. Somos sistemas dentro de sistemas de sistemas, pertenecemos Al Absoluto y el Absoluto está en nosotros.

Uno muy difundido, la figura china del Yin Yang representa todo lo que es y el equilibrio de los polos. Yin el principio femenino y Yang el masculino. Lo luminoso y lo oscuro. También simboliza la dinámica de la creación, e incluso a la creación misma a través de la unión de los opuestos. Se pliegan el uno en el otro formando la totalidad circular en perpetuo movimiento. Los opuestos complementarios.

La cruz de lados iguales rodeada por un círculo es un mandala que representa el espíritu que lo penetra todo y la sustancia maternal. Esta figura se conoce como la cruz cósmica o universal. El punto central es la Unidad Divina que se proyecta a los cuatro puntos cardinales del mundo material. Así, la cruz es la unión del cielo y la tierra donde el espíritu y la materia se interpenetra. El punto central representa la Divinidad indivisa, “el uno omnipresente”. Las líneas de la cruz nos habla de la dualidad manifiesta del mundo fenoménico, la aparición del tiempo y espacio. Los cuatro brazos representan el plano material, el mundo manifiesto de las formas. De la unión del cielo y la tierra , a través del efecto de sus fuerzas por medio del Poder Creador de su punto central. La cruz es un mandala que está en continuo movimiento, todo fluye. Significa que mientras continúe la creación no hay quietud, todo es energía.

También la figura de la serpiente que se muerde la cola es un mandala que nos habla del ser autosustentable. Significa también el cierre de ciclos, que todo es cíclico. Todo lo que comienza termina para comenzar en una octava superior en evolución. Expresa la forma esférica primigenia de todos los seres y cosas, el continuo nacer-morir, el dormir-despertar, el inhalar-exhalar. En suma, la dualidad, principio y fin del universo manifiesto. El mandala es así, una puerta hacia la institución más íntima del ser humano. Representa la condensación ordenante del universo. Mediante su diseño, contemplación y meditación el ser humano accesa con lo espiritual y se hace parte del todo armonioso, trascendiendo sus limitaciones presentes y las ataduras a su pequeño mundo material y conceptual. El mandala nos dirige hacia nuestro centro para recordar nuestra parte espiritual y logra el equilibrio entre nuestra parte material y espiritual. Cielo y Tierra ; Materia y Espíritu

 

Por medio del MANDALA como símbolo de unión, integración, se puede llegar al centro, al núcleo, a la esencia….

 

La música de las esferas…

La idea pitagórica de la música, como aquella representación del orden divino que rige tanto a nuestra alma como a ese universo; o dicho de otro modo, aquella combinación sensible y sonora, que al contener la relación numérica del orden universal, nos lleva al conocimiento o más bien al RECONOCIMIENTO del origen de nuestra alma y de su concierto con el resto de las cosas que están sujetas a esa ley formal universal. Citando un ensayo sobre el alma humana y universo, decíamos que  El pitagorismo, a más de haber traído desde el oriente, la noción de la transmigración de las almas (es decir, aquella otra parte trascendente de nuestra condición humana, y que se contrapone a nuestra fugaz y contingente corporalidad) y el de la música de las esferas, nos reveló el más asombroso conocimiento: La estructura armónica, La Armonía.

El descubrimiento de la relación 3:4:5, que constituye el acorde perfecto, y el placer de las almas humanas al percibir dicha relación, tendría un carácter de revelación divina, el reconocimiento intuitivo e inconsciente de haberse conectado con la ley divina que organiza el universo. Nuestra alma procedente de las regiones celestes, al percibir a través del aire, la música y su relación armónica, se transportaría a su lugar de origen, la instauración de un recuerdo con carácter de éxtasis y embriaguez; música por supuesto danzada, seguida por todo nuestro cuerpo, haciéndonos salir del encierro de la carne, del encierro del instante, del aquí, del ahora, y literalmente endiosarse. A este proceso arrebatado que conlleva la disolución del Yo, del Ego, le sigue y contrapone el de la serenidad y la templanza que produce el equilibrio armónico.

La armonía pues, es la expresión o representación, si se quiere, de la ley básica del universo, que traducida a través de la música, nos conduce a un estado de ánimo que ya no será individual ni momentáneo, sino consecuencia de nuestro encuentro e identificación con el principio ordenador del mundo. Música de las esferas y armonía universal. Los planetas engastados en sus respectivas esferas, midiendo las distancias entre sí, emiten una suave armonía inaudible, pues es algo más que sonido; o tal vez porque oímos de otro modo, a esa música no perecedera que es la fuente y la primera. El poeta Jhon Keats en su Oda sobre una Urna Griega dice:

“A veces, la música imaginada es superior a la real:

Las melodías oídas son dulces, pero las no oídas

lo son más, por eso, dulces flautas, tocad;

no para el oído sencillo sino, más caro,

tocad, para los espíritus, sonsonetes sin tonos.”

Platón concibe la creación del mundo como una canción, y en su libro, EL TIMEO, nos dice lo siguiente sobre la música y la armonía:“También la música, en cuanto emplea sonido audible, fue concebida por la armonía. Y la armonía, que tiene movimientos emparentados con las revoluciones del alma interna a nosotros… cuando esta ha perdido su armonía, ayudándole a que la restaure y ordene y esté en concordancia consigo mismo.“ Yéndonos aún más allá del fenómeno sonoro como elemento constitutivo de la creación, vemos cómo la expresión más acabada de la meditación de los maestros yogis Hindúes se encuentra en la Surat Shabd Yoga, o la Yoga de la Celestial Corriente del Sonido. Esta senda espiritual que conduce hacia el interior del hombre para fundirse allí con el Absoluto, en su estado de pureza, desdoblándose hacia afuera para asumir dos atributos primarios: Luz y Sonido. Los occidentales han querido equiparar esta revelación al postulado judeo-cristiano del “Verbo” o “Palabra”.

Sin embargo, sin ser en lo absoluto eruditos en el tema, sentimos por intuición que este camino luminoso de los sabios hindúes, abarca en su contexto una dinámica de correspondencia entre el absoluto y el hombre de connotaciones diferentes a la percepción (tal vez más estática e inalcanzable) que tiene el Verbo para las religiones, especialmente para la Judía. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios, dicen nuestros evangelios cristianos. Igualmente, en los textos sagrados hindúes (en especial en los cantos védicos) encontramos reiteradamente el Aum: Palabra sagrada que interpenetra simultaneamente lo físico, lo cósmico y lo fenomenológico: La tierra y el firmamento no son sino Shabd (verbo).. Solo del Shabd nació la Luz, Solo del Shabd surgió la creación, Shabd es el núcleo esencial en todo. Shabd es el agente directivo de Dios, la causa de toda la creación.

Vemos pues, cómo Pitágoras, Platón, los sabios Hindúes, los místicos sufíes, los místicos occidentales e incluso los románticos alemanes nos hablan de la naturaleza acústica del alma, que puede encontrar su resonancia en la música sonora audible hecha por el hombre, o desembocar a través del silencio, en aquella otra, cuyo ritmo se mece al compás de lo divino. Esta revelación y este sentir que se manifiesta al ser traspasados por la Música de las Esferas, ha sido constatada por la filosofía contemporánea y el resto de las ciencias. Kepler es el continuador de esta proclama, siendo más tarde Einstein, Schrödinger y Heinsenberg quienes en pleno siglo XX  revelarán que la vibración y el paradigma sonoro de las esferas se repite y rige al universo tanto a nivel de la macro-física como en la dinámica de los electrones y el núcleo del átomo