5-Quinta visión: El mito poético y la Diosa Blanca

V

El mito poético y la Diosa Blanca

El alma, el ánima y el espíritu

Lo individual y lo transpersonal

“La individuación” y la transmutación del ánima

El lamento de Ariadna

El mito poético y la Diosa Blanca

“Yo soy la madre y la naturaleza entera,

señora de todos los elementos, origen y principio

divinidad suprema, reina de los mares

primera entre los habitantes del cielo

tipo único de los dioses y las diosas

Las cumbres luminosas del cielo

los soplos salvadores del mar

Los silencios desolados del infierno…

Yo soy quien gobierna todo a merced de mi voluntad.

Yo soy la madre y la naturaleza entera…”

Himno a Isis

Lucio Apuleyo

Ella nos ha estado escuchando silenciosa, inalterable desde el origen. Pero el origen es un misterio, un secreto en el vértice de nuestra comprensión del alma y el mundo. Ella es quien finalmente arrebata el secreto. Ella es quien sabe pronunciar su nombre, por eso su aliento adquiere potencia divina. Isis, ayudada por su hermana Nephtys, inventó el oficio de tejer. La acción de tejer, íntimamente ligada a la vida como la manifestación del mundo haciéndose, como la estructura y el movimiento del universo. El tejido sin embargo puede ser también un velo, un misterio…

La relación entre los primeros hombres y el universo animado, se expresaba en un lenguaje poético, mágico, sagrado. Este hombre tuvo un concepto dramático de la Naturaleza, en la que lo divino y lo demoníaco , el orden y el caos , el bien y el mal se hallan en una dinámica de integración y correspondencia constante y con una existencia ligada a la vida del hombre mismo. Cada elemento de la Naturaleza para el hombre original era algo directo, emocional e inarticulado. Así, podemos decir que la Naturaleza formaba un todo con el hombre; no solo en el ámbito religioso-espiritual , sino también en el socio-cultural.

Desde África, pasando por Asia, América y terminando en la Europa neolítica, el ser humano poseía un sistema de ideas religiosas notablemente homogéneo, basado en la adoración de la diosa Madre. El mundo antiguo no tenía dioses. A la Gran Diosa se la consideraba inmortal, permanentemente grávida, transformadora y transformante, dueña del misterio, del secreto… en el pensamiento religioso no se había introducido aún el concepto de paternidad, pues todo giraba en función del mágico suceso de la maternidad, el parto, la vida y la muerte. Los hombres temían, adoraban y obedecían a la matriarca, siendo el hogar que ella cuidaba, una cueva o choza, su más primitivo centro social y la maternidad su principal misterio. La luna era el principal símbolo celestial de la Diosa, puesto que inspiraba el mayor temor: no se oscurece al declinar el año y concede o niega el agua a los campos. También el sol , aunque en menor medida , era tenido como símbolo de la Gran Madre.

Las tres fases de la luna, nueva, llena y vieja recordaban las tres fases de doncella, ninfa y anciana de la matriarca. El curso anual del sol recordaba igualmente el desarrollo y declinación de sus facultades físicas: en primavera doncella, en verano ninfa y en invierno anciana. Así, se produjo una identificación entre la Diosa y los cambios de estación en la vida animal y vegetal y, en consecuencia, con la Madre Tierra, quien al principio del año vegetativo solo produce hojas y capullos, luego flores y frutos y al final deja de producir. Más tarde se la pudo concebir como otra triada: la doncella del aire superior, la ninfa de la tierra o el mar y la vieja del mundo subterráneo, representadas, respectivamente, por Selene, Afrodita y Hécate. Estas analogías número-simbólicas fomentaron el carácter sagrado del número tres, y la diosa luna aumentó hasta nueve cuando cada una de sus facetas apareció en triada para demostrar su divinidad

Dejemos que el propio Robert Graves nos dé la explicación del mito poético en un extracto del prólogo de la Diosa Blanca.

…”Mi tesis es que el lenguaje del mito poético, corriente en la Antigüedad en la Europa mediterránea y septentrional, era un lenguaje mágico vinculado a ceremonias religiosas populares en honor de la diosa Luna o musa, algunas de las cuales datan de la época paleolítica, y que este sigue siendo el lenguaje de la verdadera poesía, “verdadera” en el moderno sentido nostálgico de “el original inmejorable y no un sustituto sintético”:  Ese lenguaje fue corrompido al final del período minoico cuando invasores procedentes del Asia Central comenzaron a sustituir las instituciones matrilineales por las patrilineales y remodelaron o falsificaron los mitos para justificar los cambios sociales.

Luego vinieron los primeros filósofos griegos, que se oponían firmemente a la poesía mágica porque amenazaba a su nueva religión de la lógica, y bajo su influencia se elaboró un lenguaje poético racional (ahora llamado clásico) en honor de su patrono Apolo, y lo impusieron al mundo como la última palabra respecto a la iluminación espiritual: opinión que ha predominado prácticamente desde entonces en las escuelas y universidades europeas, donde ahora se estudian los mitos poéticos solamente como reliquias arcaicas de la era infantil de la humanidad… Sócrates, al volver la espalda a los mitos poéticos, la volvía en realidad a la diosa Luna que los inspiraba y que exigía que el hombre rindiese a la mujer su homenaje espiritual y sexual: el llamado amor platónico, la evasión del filósofo del poder de la diosa para entregarse a la homosexualidad intelectual era realmente el amor socrático.

No podía alegar ignorancia: Diotima de Mantinea, la profetisa arcadia que puso fin mágicamente a la peste en Atenas, le había recordado en una ocasión que el amor del hombre tenía por objeto apropiado a las mujeres y que Moira, Ilitia y Callone – la Muerte, el Nacimiento y la Belleza – formaban un triada de diosas que presidían todos los actos de la generación cualesquiera que fuesen: físicos, espirituales e intelectuales.  En el pasaje del SIMPOSIO donde Platón informa del relato que hace Sócrates de las sabias palabras de Diotima, interrumpe el banquete Alcibíades, quien llega muy bebido en busca de un bello muchacho llamado Agatón y lo encuentra reclinado junto a Sócrates Poco después dice a todos los presentes que él mismo incitó en una ocasión a Sócrates, que estaba enamorado de él, a un acto de sodomía del que, no obstante, el filósofo se abstuvo, quedando completamente satisfecho con toda una noche de castos abrazos a su amado y bello cuerpo.

Si Diotima hubiese estado presente, al oír eso habría hecho una mueca y escupido tres veces en su propio pecho: pues aunque la diosa, como Cibeles e Eshtar, toleraba la sodomía incluso en los patios de sus propios templos, la homosexualidad ideal era un extravío moral mucho más grave: era el intelecto masculino tratando de hacerse espiritualmente autosuficiente.

Pero es lo vinculante, el abrazo, el nudo, lo que nos sostiene. Ese vínculo con el origen y su fuerza que anima y nutre lo que produce en el hombre el estado de gracia. Es la gran madre de cuyo útero regenerativo emerge toda clase de vida y a cuyos brazos retorna nuevamente con la muerte para volver otra vez a la vida y vincularse con el mundo como debe ser…

 

El alma, el ánima y el espíritu

Lo individual y lo transpersonal

“La individuación” y la transmutación del ánima

Dentro de nosotros, en el alma, según Jung (y el hermetismo) se halla también la totalidad del universo, y aunque en principio lo ignoramos, “algo” nos impulsa a la integración consciente de nuestros componentes hasta alcanzar lo trascendente. El estadio correspondiente a la obtención y consustanciación de y con el Espíritu como logro del ser humano, fue denominado por Jung “Individuación”. El hombre no es un ser desintegrado. Se trata en todo caso de la recuperación de una totalidad originaria. No lucha el hombre para integrarse… ya la posee la integración, nació con ella. Lo que debe hacer es desarrollarla hasta el máximo grado de coherencia y armonía. El logro de una especie de psico-síntesis

Es debajo del árbol que Adán sueña con Eva. Este sueño según San Agustín tiene carácter de éxtasis, de disolución del yo. El hecho de que Eva surja del costado de Adán, simboliza  —dentro de un plano interior—  el elemento femenino del hombre que se encuentra en lo más profundo de sí mismo. Ese elemento femenino (llamado Alma) coexiste inicialmente  de manera integrada y armoniosa con el elemento masculino. Eva simboliza en este caso la sensibilidad del ser humano y su elemento emocional, afectivo. El hecho de poner en el afuera ese elemento anímico, constituye el proceso necesario para ver, para poner en plano de objetividad esos aspectos interiores y así trascender y conocer. Sin embargo esta toma de conciencia inicial, escinde y desintegra al hombre… ese es el precio, el pecado. Si esto hubiera ocurrido solamente en el plano emocional-afectivo, no hubiera tenido consecuencias  trágicas para el contexto humano.

El drama surge del consentimiento dado por ambos componentes. La ruptura entre adán y eva parte de ese hecho… el hombre ha pecado en su totalidad (alma- espíritu), por lo que su fragmentación adquiere dimensiones  también totales. Al colocar  ese pecado original y todo sus efectos en un plano de interioridad, debe entonces el hombre establecer un camino de retorno para la integración por lo que este debe igualmente producirse en el plano interior. Unas nupcias dentro de sí mismo. La visión de Eva  como imagen de la mujer interior y del acto inicial de separación y diferenciación para poder ver y conocer hace que el hombre tome conciencia de la necesidad de salir nuevamente en busca de ese elemento perdido. La estructura del hombre interior, es pues conyugal… debe integrar en un matrimonio interno todos sus componentes de manera igualmente consciente.

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Primariamente el hombre ha venido interpretando estas escisiones de sí mismo como diferenciación entre cuerpo y alma…entre la carne y el espíritu. Pero esta imagen (Adán-eva) en unión interior interpretada simbólicamente como espíritu- alma le da una densidad y una dimensión mucho más grande. Estas nupcias además son el presupuesto necesario para la transformación y la recreación… si en este caso se interpreta el proceso revelado como la unión de los componentes femenino-masculino en un solo evento central de la conciencia del hombre, reconocemos la resonancia que esto tiene con el acto creador humano en la unión sexual del hombre y la mujer.

Es entonces en el alma donde se producirá la unión… el alma es el recorrido, el espacio y la experiencia vivida en ese proceso de integración… solo en el  alma el hombre encuentra la unión. Según el Maestro Jung, el Alma no coincide con la totalidad de las funciones psiquicas, pues igualmente establece una relación con lo inconsciente en la medida que personifica sus contenidos. En este sentido el alma posee en sí misma algo de terrenal y algo de sobrenatural.  Terrenal ya que está conectada con la madre tierra, con la imagen maternal de la naturaleza y celestial pues lo inconsciente desea siempre ardientemente la luz de la conciencia. Y es aquí en donde el ánima aparece como mediadora e intermediaria entre el yo y el sí, constituyendo lo que Jung denomina “El último Núcleo de la psique”.

Alma pues será lo que Jung denominó La Personalidad: la unificación, el abrazo de todo pensamiento, sentimiento y conducta tanto consciente como inconsciente, la guía que regula y adapta a cada individuo a su ambiente externo, las energías que la activan y su distribución entre los diversos componentes de la misma y cuyos cambios tienen lugar dentro del transcurso de la vida del ser humano a través del proceso de transformación del ánima o alquimia espiritual, que la llevará en un movimiento ascendente desde sus aspectos puramente animales, instintivos, biológicos hasta el progreso total de una espiritualización y como dijimos una consustanciación de y con el Espíritu como logro del ser humano: “La Individuación”.

Finalmente estos procesos en el ser humano estarán determinados por el impulso de arquetipos complementarios tanto en el hombre como en la mujer y que el maestro Jung llama ánima para designar el componente psiquico femenino en el incosnciente del hombre y ánimus para deisgnar el componente psiquico masculino en el inconciente de la mujer. Esto no excluye sin embrago que la mujer también posee su anima y el hombre su ánimus. Creemos en todo caso que no es la contienda entre ánima y ánimus (expresada de manera poética por Paul Claudel) lo que expresa todo el contenido de estos principio vitales y creativos, si no por el contrario, será la unión y la integración de estos los que expesarán y pondrán de manifiesto la vinculación dinámica entre la materia y el soplo de espíritu de manera substancial en un mismo ser humano.

El Lamento de Ariadna

¿Quién me calienta, quién me ama todavía?
¡Dadme manos ardientes!
¡Dadme un brasero para el corazón!
Tendida en la tierra, estremeciéndome,
como una medio muerta a quien se le calienta los pies,
agitada, ay, por fiebres desconocidas,
temblando ante glaciales flechas agudas de escalofrío,
cazada por ti, ¡pensamiento!
¡Innombrable! ¡Encubierto! ¡Aterrador!
¿Tú, cazador entre las nubes!
¡Fulminada a tierra por ti,
ojo sarcástico que me mira desde lo oscuro!
Así yazgo,
me doblo, me retuerzo, atormentada
por todos los martirios eternos,
herida,
por ti, el más cruel cazador,
tu desconocido, dios…

¡Hiere más hondo!
¡Hiere de nuevo!
¡Pica, repica en este corazón!
¿A qué viene este martirio
con flechas de dientes romos?
¿Qué miras otra vez
sin cansarte del tormento humano
con malévolos ojos de rayos divinos?
¿No quieres matar,
solo martirizar, martirizar?
¡Para qué martirizarme a mí,
malévolo dios desconocido?

Ah, ah!
¿Te acercas sinuoso
en semejante medianoche?…
¿Qué quieres?
¡Habla!

Me estrechas, me oprimes,
¡ah, ya demasiado cerca!
Me oyes respirar,

acechas mi corazón,
¡celoso!
-¿pero celoso de que?-
¿para qué la escala?
¿quieres subir
adentro, hasta el corazón,
subir hasta mis más
secretos pensamientos?
¡Impúdico! ¡Desconocido! ¡Ladrón!
¿Qué quieres sacar robando?
¿Qué quieres sacar escuchando?
¿Qué quieres sacar atormentando?
¡tú, atormentador!
¡tú, dios verdugo!
¿O como el perro debo
refregarme contra el suelo ante ti?
¿Sumisa, embelesada fuera de mí
menear la cola por amor?

¡Es inútil!
¡Punza otra vez,
aguijón el más cruel!
No soy tu perro, sOlo tu presa,
¡cazador el más cruel!
tu más orgullosa prisionera,
bandido tras las nubes…
¡Habla al fin!
¡Tú, encubierto con el rayo! ¡Desconocido! ¡habla!
¿Qué quieres, salteador, de mí?…

¿Cómo?
¿Un rescate?
¿Qué quieres de rescate?
Pide mucho, ¡lo aconseja mi orgullo!
Y habla poco, ¡lo aconseja mi orgullo!

¡Ah, ah!
¿a mí es a quien quieres? ¿a mí?
¿a mí entera?…
¡Ah, ah!

¿Y me martirizas? ¡Loco, que eres un loco!
¿Requetemartirizas mi orgullo?
Dame amor, ¿quién me calienta todavía?
¿quién me ama todavía?
dame manos ardientes,
dame un brasero para el corazón,
dame, a la más solitaria,
a la que el hielo, ¡ay!, siete capas de hielo
enseñan a añorar enemigos,
da, sí, entrega,
enemigo el más cruel,
dame ¡a ti!..

¡Se acabó!
Entonces huyo él,
mi único compañero,
mi gran enemigo
¡mi dios verdugo!…

No!
¡vuelve!
¡Con todos tus martirios!
Todo el curso de mis lágrimas
discurre hacia ti,
y la última llama de mi corazón
para ti se enardece.
¡Oh, vuelve,
mi dios desconocido! ¡mi dolor!
¡mi última felicidad!…

Un rayo. Dionisyos aparece con esmeraldina belleza.

Dionysos:
Sé juiciosa, Ariadna…
Tienes oreja pequeñas, tienes mis orejas:
¡mete en ellas una palabra juiciosa!
¿No hay que odiarse primero, si se ha de amarse?…
Yo soy tu laberinto…

Fiedrich Nietzsche

En la charla inicial citabamos al Maestro Jung cuando en su libro El hombre moderno en busca de su alma decía que “el poeta ha extraído su visión a través de las fuerzas curadoras y redentoras de la psiquis colectiva que subyacen en el alma humana. Con su aislamiento y errores penosos ha penetrado en esa matriz de vida en la que todos los hombres están incrustados, la que imparte un ritmo común a toda la existencia humana y permite al individuo comunicar sus sentimientos y luchas a toda la humanidad”. También decíamos en esa charla que el logro verdadero de Jung, —más que llegar al centro del alma y ver en ella los elementos universales que nos constituyen— fue el de encontrar el camino de regreso para regalarnos su visión y abrir esas puertas comunicantes entre los elementos universales y nuestra conciencia.

Este viaje al centro para ver y entender, constituye el proceso de diferenciación y separación inicial, el primer paso a la integración en la consciencia de los sustratos universales (incluyendo al bien y al mal, a la sombra y a la luz) y esto no se logra sin dolor y Sacrificio: elementos primordiales en los procesos de metamorfosis y transformación. Decíamos igualmente en la charla inicial que los símbolos del incesto, separación, sacrificio y diferenciación, son reinterpretados de una manera extraordinaria como el proceso indispensable del ser humano para alcanzar la conciencia total, y que la representación de estos aspectos simbólicos en el mito de Edipo, alcanzan realmente una magnitud dramática cuando este queda ciego, es decir cuando dirige su mirada hacia adentro, cuando prescinde de ver el afuera para experimentar lo que llamamos “la mirada interior”. La transformación es entonces sacrificio y así nos lo revela el Maestro Jung: No hay llegada al consciente sin dolor.

Es sin embargo en el mito de Ariadna y Teseo, donde se expresa la totalidad de esta dinámica del alma. La búsqueda del centro donde ocurren todas las transformaciones. La transmutación ascendente hacia la luz, que requiere como paso previo, el bajar al centro de las sombras.  En este viaje hacia el ánima, es ella misma quien nos guía… entonces debemos confiados, cerrar los ojos hacia afuera y abrirlos hacia adentro para ver y entender.

Aunque el Amor es la fuerza transformadora por excelencia, es en el dolor donde se concreta la transformación. El hecho de que el amor “en sí mismo” siga teniendo voz en medio del dolor, que siga dialogando, rondando  y susurrándole en los oídos al dolor, confirma de alguna manera mi propia vivencia y la fe en el poder transformador del dolor cuando es trascendido. Es ese mismo lamento arrojado al viento desde la orilla de la soledad (que pudiera ser también el mar)… allí donde no sabemos a ciencia cierta que es lo nos transforma; si el dolor o el amor.

La transformación, en todo caso ocurre siempre en los umbrales… sobre todo en lo umbrales de luz, justamente en el umbral entre el invierno y la primavera… esa otra orilla o límite que presagia la eclosión, el florecer, el entregarse finalmente a la luz. Es en síntesis la promesa de la transformación, pues es la primavera la que permite todos los retornos y todas las transformaciones, esa valentía que supone soportar el dolor, recorrerlo lentamente, encararlo, sostener el diálogo, para luego cantarlo. La hija de Skriabin al hablar sobre el arte y su padre decía que Jamás podremos cantar nuestro dolor cuando estamos dentro del dolor, sólo lo podremos hacer brevemente cuando hayamos salido de él

Yo le agregaría que sólo somos capaces de cantarlo cuando además, somos transfigurados por él. Teseo entra al laberinto y llega al centro gracias al amoroso cuidado de Ariadna… cuando retorna hacia la luz, también gracias a ella, (cuando es dado a luz), lo primero que hace es abrazarla, para luego cortar el Hilo, el cordón que la ha unido a ella, que lo ha salvado, que lo ha guiado en ese camino de redención y retorno, para dejarla abandonada en la orilla… ella frente al mar ejecuta entonces su lamento… De manera constante e infinita hemos buscado la respuesta… y de repente nos llega a través del lamento convertido en canto. Apenas un deseo basta en el cambiar o en el seguir siendo lo que somos. Pero el llegar al centro, al corazón, nos puede tomar toda la vida… y aún así nunca estaremos lo bastante cerca… ¿qué hay en ese centro… en el centro del laberinto?…

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…será el ánima la única capaz de llegar a ese lugar de nuestra debilidad, a ese centro donde todos los sentidos tiemblan, para curarnos, redimirnos, para enriquecernos y hacernos entender que solo así…a través de nuestra ánima podremos emerger de nuevo hacia la luz, desolados, divididos, perdidos si, pero con el ánima amada reencontrada trasfigurada en sí misma.

La manifestación conmovedora de la naturaleza del amor a través de su conformación dentro de nosotros en toda su potencialidad… y solo a través de la sensación de desolación y abandono podemos conectarnos con nuestra propia ánima con nuestro propio centro y retornar transfigurados para entender…

Entender nuestra capacidad intrínseca de amar sin depender de nada que no sea el amor en sí mismo, y poder así articularlo ofrendarlo como un fruto…el reconocimiento y la comprensión amorosa que conlleva la unión con lo otro, a partir de nosotros mismos después del tránsito doloroso que supone el nacer o el renacer. Llegar al centro, al corazón de aquello que nos pertenece, de la mano de esa ánima que nos hará resurgir de la oscuridad…