VI
El mito de Caín y La torre de BABEL
La tragedia Griega: Antígona: la mirada interior
La trilogía del Diwan del poeta Gunnar Ekelöf
Luc Estang, en su hermoso libro “Le Jour de Caïn” o “El día de Caín” nos reinterpreta el símbolo de Caín, no como el asesino de su hermano Abel… Caín y Abel son el mismo hombre en diferentes estadios de evolución de su conciencia. Abel es el hombre semejante a Dios. Hecho a su imagen y semejanza hasta confundirse, fundirse en él. Abel es el hombre inocente, totalmente indiferenciado de su creador, el Favorito del cielo…un hombre del cielo. Caín sin embargo es el primer hombre nacido de hombre y de mujer, el primer cultivador, el primer sacrificado y el primer repudiado por Dios, el que nos revela la muerte: jamás antes de su fratricidio, se había visto el rostro de la muerte: Caín es el primer errante en busca de tierra fértil y el primer constructor de ciudades, es también el hombre señalado por Dios para que no lo maten.
Para poder asumirse a sí mismo, Caín rompe con el creador, y para ello es indispensable que mate dentro de sí, los aspectos inocentes, la dependencia hacia ese creador. Cuando Caín mata a Abel lo que mata simbólicamente es al aspecto puramente celestial dentro de sí, para que aflore el hombre de tierra. El hombre que al buscar su retorno a la madre tierra, adquiere al mismo tiempo el sentimiento de pérdida, de desprendimiento. Caín asume su verdad, su estancia y su paso en la tierra, su mortalidad, su propia muerte. Vemos pues cómo este hombre al asumir su vida, se convierte también en el iniciador de la muerte. Caín asume el camino, la peregrinación y el trayecto que lo lleva a errar permanentemente para construir sin cesar su propio porvenir, guiado por la aurora, siempre nueva: el devenir del hombre fuera de la presencia de Dios, andar sus propios pasos aunque al final lo espere la muerte.
A partir de él ya el hombre no afronta a Dios si no a su ausencia, pero le quedará su faz, su rostro marcado para afrontar la vida, el tiempo, la vejez, la muerte, no sin antes contemplar la bóveda celeste y suspirar como un niño dormido que sueña con la estrella…su estrella. Ante esto nos dice también Jean Chevalier: “Caín como Prometeo, es el símbolo del hombre que reinvindica su parte en la obra de creación. Es en definitiva el primer hombre que se aleja de la presencia de Dios y anda sin fin hacia el sol naciente, hacia nuevas auroras. La aventura es de una grandeza sin par, la del hombre librado a sí mismo, asumiendo valientemente todo el riesgo de la existencia y la consecuencia de sus actos. Caín es el símbolo de la auténtica naturaleza humana en sí misma y en toda su expresión”.
Con Caín, se instaura definitivamente la escisión del hombre con la creación, es Caín quien asume todo el peso del desprendimiento y paga el precio de la conciencia primigenia del bien y el mal, para convertirse entonces en el dueño de su soledad. Será la historia de Caín el primer drama humano… la primera tragedia humana… la tragedia de la alteridad. El hombre levantando la tierra más allá de sí misma, más allá de Dios. Serán siete las ciudades que construirá, siempre al este del Edén: Enoch, Eridu —la ciudad en la que “la soberanía descendía del cielo”— “fortaleza de los trabajadores en bronce” Larak Sippar, Sippar Shuruppak, Urk y Ari. Cain como el hombre que construye además su tragedia: el hombre que busca su ánima perdida como si esta pérdida fuera definitiva… por eso su búsqueda será hacia el afuera… por eso sus ojos se llenarán de tierra.
I
Yo soy el iniciador de la muerte
Un hombre de tierra venido de la tierra
He aquí mi fuerza y mi ardor
He aquí de nuevo a mi madre:
La serpiente que sube por mi espalda
El árbol de la vida y mi alma pájaro
II
Tú que nunca has visto el rostro de la muerte
En el fondo de los ojos
En la frente enrojecida
Sobre los hombros el hundimiento del cielo
Y estas manos
Dueñas ya de su propia soledad
-Una mujer con el rostro negro
III
El alma buena del hijo
Que nunca se aparta de ti
Un único latido de sangre
Desde tu tierra luminosa
Soy yo mismo el que muere
Sobre el aroma de las frutas
Cuando maldijeron a mi madre
Por mi causa
IV
Allí está él
Enraizado a la tierra
Como un ciprés
Otra manera de asumir al cielo
De amar la noche de siete fuentes
-No hay descanso para ti hijo:
A pesar del fuego
Sigues siendo enjambre de mis sueños
V
Sin embargo era bella la orden que impartías
Ayuntar con ella hasta la muerte
He aquí la rosa en el corazón de la rosa
Y yo su primer amante
Su primer sufriente
Su primer hijo
VI
Tierra yo te pronuncio
Mi voz llena tu espacio
Con afán mis manos abren el vientre
De donde fui tomado
Un hombre con el pie polvoriento
Ha pisado el ojo que mira la luz
Ahora caminamos hacia el este
Porque el deseo existe
Brevemente le he visto
Pero no me ha reconocido
VII
Un árbol irrumpe en el vacío
Hay una puerta viva delante o detrás
No la verás hasta que duermas en un útero de tierra
-Ese hombre va a morir
Él abraza a su madre para ver
La rama intensa y abierta
Donde está expuesta la múltiple belleza
IX
El vacío me acoge
Sus pechos maduros e infinitos me son dulces
Al niño que llora con la luz
La gran soledad de las hojas
y esta mano que se alza como piedra virgen
Para llenar y sostener tu espacio
En la charla anterior, decíamos al explicar el mito de Adán y Eva, que Eva, o el elemento femenino del ser humano (llamado Alma) coexiste inicialmente de manera integrada y armoniosa con el elemento masculino. Eva simbolizaba en este caso la sensibilidad del ser humano y su elemento emocional, afectivo. El hecho de poner en el afuera ese elemento anímico, constituye el proceso necesario para ver, para poner en plano de objetividad esos aspectos interiores y así trascender y conocer. Sin embargo esta toma de conciencia inicial, escinde y desintegra al hombre… ese es el precio, el pecado. Si esto hubiera ocurrido solamente en el plano emocional-afectivo, no hubiera tenido consecuencias trágicas para el contexto humano. Esta tragedia como dijimos empieza entonces y sus consecuencias caerán sobre el primer ser humano nacido de hombre y mujer… con Caín, con el hombre de tierra, con el hombre ya diferenciado.
Todo será destruido, para ser reiniciado de nuevo… La pérdida eterna y la búsqueda eterna en círculos, siempre hacia la luz, despreciando a las sombras… serán también siete las nuevas ciudades Babel, Erec, Acad y Calen en la tierra de Sinar. Y en la región de Asur: Nínive, Cala y Resen. Fue sin embargo Babel la que simboliza el afuera…la búsqueda imposible de lo sagrado… la disolución de la divinidad, la salida de Dios del corazón del hombre, del interior del hombre. Ya no será el alma quien vincule, anime y sostenga la creación, pues el hombre está perdido. Ha perdido el nombre de Dios. Es por ello que la palabra original… la magia, la emoción se desmembró en 72 lenguas incomprensibles, ya no es un único ser que posee los 72 nombres… son solo palabras incomprensibles, desoladas, sin significado, sin conexión con lo sagrado.
El hombre se sale de su eje… pierde su vínculo con el centro. Con el árbol, con la cruz. Con esa unión de lo vertical y lo horizontal, con el axis mundi. Portará apenas en su frente la Taud, la señal que le recuerda el origen. La torre es el eco de ese eje que une el cielo y la tierra, el arriba y el abajo, la luz y la sombra. Pero su símbolo ahora será el de la individualidad en sí misma. El hombre se creerá entonces el centro del mundo donde quiera que vaya. Desplegará su visión hacia el afuera, al inclemente asedio de la luz, pero también en el afuera habrá de tocar el fondo, bajar a los infiernos… llenarse de nuevo los ojos de polvo para ver… para iniciar el ascenso, purificar con fuego y con agua, para pactar de nuevo… para recibir de nuevo de los labios de Ella el secreto. Luz y sombra unidos en el color que emerge como una epifanía que unirá a su vez el cielo y la tierra. Ya el hombre tendrá no solo los atrributos del canto y la palabra: tendrá el arcoiris… y sus manos…
La actual ciudad de Mardin, situada en la frontera de lo que hoy conocemos como Armenia y Turquía, es el sitio en el que la divinidad pactó nuevamente con el hombre, el punto exacto e donde se posó el arcoiris que selló la alizanza entre el cielo y a la tierra, el lugar por donde pasa el Axis Mundi. Será entonces la purificación interior lo que renovará a ese mundo. Nunca fue el gesto creador quien destruyo el mundo, fue el hombre mismo al perder la conexión con su alma quien se disgregó, quien se separó, quien destruyo el vínculo sagrado. En esta ciudad existen aún hoy en día la orden mística más antigua conocida… la orden de los hombres ciegos, de cuyos rituales mistéricos se originaron los antiguos canones herméticos. Allí se reproducián a través de los gestos del cuerpo, pero principalmente de las manos, el drama humano de la escisión, simbolizada precisamente por la separación inicial entre cuerpo y alma…
Mardin... La ciudad sagrada donde el arco-iris de la alianza tocó la tierra
Inicialmente fueron las manos… En los rituales, y con los ojos cerrados, ellas simbolizaban el paso necesario de la energía primordial para alcanzar la forma. Era el gesto, la acción, la energía, la ofrenda. Aquí las manos son consideradas como la manifestación corporal del estado interior del ser humano. Ellas indican la actitud del espíritu cuando este se manifiesta a través del silencio, sin palabras… solo con el gesto. Sin embargo, al ejecutar el canto, ellas acompañan su ondulación y al girar van uniendo el cuerpo entero con la energía interior y la energía cósmica. Las manos sobre el pecho, sobre la frente, sobre los ojos y finalmente unidas en sí mismas a través de las palmas o “namasté”, para simbolizar el matrimonio, la unión mística. El Maestro Jung se refería a la namasté como el gesto perfecto que manifiesta la individuación del ser humano. Entonces vendría el éxtasis total… la danza.
Estos rituales, sin lugar a dudas, además de estar ligados a los ritos herméticos, están ligados a los primeros ritos mistéricos en honor al eterno femenino que nace, vive, muere y regresa nuevamente a la vida…a los misterios de la Diosa Madre y que más tarde recorrerían los caminos sagrados de Eleusis en honor a las Diosas Demeter y Perséfone. Era nuevamente el conocimiento y el entendimiento sagrado de la vida a través de la danza, esta vez de todo el cuerpo. La danzarina Sonia Sanoja habla de la danza como elemento que provoca la unión total y extática en el hombre de la siguiente manera: La danza pasa por el cuerpo. Su primera instancia es el cuerpo. Hay que desnudar el cuerpo, desnudar el centro radioso. Entonces el cuerpo aparece como una figura exterior que uno puede situar a voluntad. Uno se distancia de sí mismo… Acaso el problema de la danza sea el problema de la física de cómo transformar la materia en luz… sentirse respirando: oleadas de tiempo… Un tiempo volviéndose visible: una danza.
Demeter es el símbolo de lo femenino en la divinidad, la Diosa Madre, la fertilidad, los eternos recomienzos, el ciclo de la vida-muerte-resurrección. En definitiva el eterno renacer y sobre todo el progresivo proceso de espiritualización de la forma y la materia. Sin embargo, también simboliza la validez de esa materia como tal, su sentido y su razón, siendo además la madre nutriente, la que enseña el trigo y la semilla, la que contiene todas las facetas visibles e invisibles de la naturaleza… y sobre todo el pan que alimenta al cuerpo. Su hija Perséfone es una advocación de sí misma en una de las tres facetas de la Diosa… es ella desdoblada, aún virgen, en estado de ecloción, de potencia…la rechazada, la que debe bajar a los infiernos para confirmarse a sí misma, para buscar la verdad frente a sí misma. A través de los ritos mistéricos de Eleusis se recordará este paso, este drama y el sentido de la tragedia humana en todo su recorrido, desde lo más hondo y oscuro hasta su conciencia final.
El encuentro cíclico entre madre-hija, expresa el momento de la unión de la conformación del sí mismo, de la integración en un solo evento de todos los aspectos de la existencia. Esta Diosa Madre no representa simplemente a la tierra como elemento cosmogónico. Ella simboliza a la tierra cultivada, labrada, a la portadora de la semilla en todo su recorrido hasta la mano del hombre. Llama la atención que esta vez es el aspecto femenino quien debe bajar a los infiernos para ver, para entender e integrar la verdad frente a sí misma. Ambas caras de la Diosa actúan juntas para expresar el sentido verídico de la vida tanto corporal como espiritual. La sublimación-espiritualización del deseo terrestre. Ella no es la luz, sino la que muestra, la que ilumina. Sin embargo, también es la portadora del misterio, del secreto… “dichoso aquel que posee entre los hombres de la tierra, la visión de estos misterios”.
Dionisio… o el retorno de la emoción sagrada
Es esa voz que surge desde lo más hondo…voz dramática, intensa, oscura. El quejido del cordero el quejido de la cabra. En su sonido Dionisio simboliza el retorno y la validez de los elementos emocionales y profundos del hombre, como elementos unificadores y vinculantes… la luz define, delimita, separa. Sin embargo las sombras unen integran, diluyen. No se habla aquí de una imagen estática del alma… el alma es recorrido, es experiencia… es el viaje, la perdida y el encuentro en una síntesis. Por eso el hombre debe entender que su cuerpo, su alma, su razón y su emoción, son un todo integral y dinámico, con infinitas correspondencias entre sí y además conformadoras todas de su potencia creadora y recreadora. Mas, esto solo se puede entender y visionar a través de los aspectos emocionales, anímicos y vinculantes del ser humano y jamás podrán ser asimilados si partimos de los elementos delimitantes, separadores, conceptuales y fragmentadores del hombre.
Solo en la sombra se puede ver el alma… solo allí emerge el sonido del centro, del árbol, del esplendor. Frenesí y calma, éxtasis y orden, rapsodia y armonía. Fue Nietzsche, quien eligió los términos Apolíneo y Dionisíaco, para representar los dos impulsos centrales del alma de los hombres griegos. Apolo simbolizando lo ordenado, lo moderado, lo proporcionado, lo racional, lo comprensible y lo claro en su estructura formal. Dionisio, contrariamente simbolizando todo lo maníaco, estático, irracional, instintivo, emocional, es decir, todo lo que tiende a sumergir al Yo en un todo mayor. Es sin embargo este sumergirse en lo más hondo lo que nos permite ver de manera total. La verdad solo tiene sentido si se expresa con el alma, con toda la trascendencia que le otorga la pasión y la emoción. De allí también la necesidad de representar y repetir ritualmente estos procesos a manera de misterio (es decir en la sombra).
La emoción será entonces nuevamente sagrada, pues es ella y solo ella quien nos vincula con el todo como debe ser… es decir con toda el alma. La contundencia y la veracidad de esta fuerza le dará sentido y equilibrio a todos los aspectos del hombre en sí mismo y su vez a este con todo su mundo en una correspondencia que tiene por ello un alto sentido dramático y religioso. Esta entrega pues a las verdades emocionales, ese sacrificio gestual en medio de la danza con los ojos cerrados, expresará todo el sentido del sacrificio de Dionisios, para covertirse en el ritual mistérico en honor a su símbolo. Allí nace la representación del drama humano… el despliegue de la tragedia como aquella trascendencia humana sobre cualquier contingencia. El alma que permanece y al mismo tiempo se transforma en ese recorrido descendente-ascendente, para cumplir con todo el ritual del destino humano… incluyendo a la muerte.
Para representar el drama antes descrito, la escena se recomponía en los teatros levantados en las inmediaciones del templo del dios. Los actores y rapsodas eran considerados por los sacerdotes, personajes inviolables y sagrados. Dionisio era la divinidad protectora de la vida y símbolo del placer, el dolor y la resurrección. Durante la época de la vendimia en su honor se cantaban a coro distintos himnos llamados ditirambos. En los poblados y en las plazas, donde el público danzaba, 50 coreutas hacían una ronda alrededor del altar. Representaban a los “hombres corderos”. Allí pues, se reproducían los procesos de alejamiento y rompimiento del hombre con su alma, y como ese evento impactaba a la humanidad entera. Pero no era el sucumbir del alma, pues la pasión y la trascendencia de sus verdades más ocultas, eran aún más inexorables que el destino… prevalecían sobre él superándoles moral y espiritualmente.
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Epidauro, uno de los más antiguos teatros levantados en honor a Dionisio, fungió también de sitio de peregrinación para la purificación del alma a través de la sacralización de la pasión. En un principio era solamente el canto o el lamento del cordero o de la cabra que se ejecutaba con los ojos cerrados y una danza creciente y circular. Solo se trataba de una ceremonia mimética, pero con el correr de los años, las representaciones fueron evolucionando y la magia del disfraz y la máscara enriquecieron la puesta en escena. Cuando los actores interrumpían sus lamentos para tomar aliento, se introducía entre las estrofas el “solo” de un recitante. A partir de esta primera innovación, ya no solo se conmemoraba la pasión de Dionisio, sino también, todos los rasgos de la transito apasionado, que eran interpretados por gemidos que emitía la concurrencia a modo de acompañamiento. Esta ceremonia recibía el nombre de “coro cíclico”.
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El hombre ha dirigido nuevamente su atención hacia su propio mundo interior. Hacia las fuerzas creadoras de su inconsciente. Gracias a esta búsqueda de lo intrínsecamente humano hemos podido entender la trascendencia y la belleza de la tragedia humana a través de las tragedias griegas, como epílogo humanamente accesible de los primeros rituales mistéricos sobre la relación de la luz y las sombras del alma. En el año 334 a.C. Aristóteles postuló que la tragedia (mediante una serie de circunstancias que suscitan piedad o terror) es capaz de lograr que el alma se eleve y se purifique de sus pasiones. Este proceso, que se denomina “catarsis”, es la purificación interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas. El fondo común de lo trágico será la lucha contra un destino inexorable, que determina la vida externa de los mortales; y el conflicto que se abre entre el hombre, el poder, las pasiones y los dioses… donde todo termina, todo se destruye, menos el alma y su poder regenerador y su capacidad de renacimiento perpetuo.
Este retorno a su vez, impulsará las revoluciones del alma en ese proceso que el Maestro Jung nos describe como La Alquimia Espiritual, esa transmutación del alma que la llevará a encontrar en lo poético, el mayor grado de espiritualización posible. Pero no se trata aquí de una espiritualización apaciguada y sosegada. Se trata de lo inefable-humano: la unión amorosa y apasionada de elementos diversos y contrarios, una resolución de tensiones opuestas y una dinámica viva y en permanente correspondencia de los múltiples componentes de la creación, como la combinación de los elementos naturales (tierra, agua, aire, fuego), las cuatro propiedades de la naturaleza (cálido, frío, mojado, seco), los cuatro humores y los cuatro temperamentos, la música de las esferas, la gran cadena del ser, el macrocosmos y el microcosmos, la correspondencia entre ellos y los tiempos y las estaciones, lo contingente y lo infinito, y finalmente, la sumatoria de todas estas ideas en la imagen de la armonía universal simbolizada por la música continua y la danza en los cielos.
Antigona…
Antigona ha sido interpretada de muchas maneras… la rebelde, la que reniega, la que se entrega al amor paternal y filial por encima de su propio amor personal. Es para mí, sin embargo, la imagen del ánima y su recorrido evolutivo en toda su expresión. La reicedumbre de antígona más que rebeldía o la preponderancia del yo, es el símbolo de la entrega trascendente de sí misma, el símbolo de la fidelidad femenina… es la sabia, la que guía, la que no duda, la piadosa, pero sobre todo la encarnación del invencible e indetenible amor. Solo el vínculo salva, redime, purifica. No hay nada por lo que se tenga que supeditar el amor…nada a que rebelarse. Antigona es libertad, es ese renacimiento dentro de ella misma, y que solo ha sido entendido y asumido a través de la tragedia. Es precisamente lo contingente lo que activa y hace evidente para ella misma esa fuerza invencible que la eleva a un plano superior de evolución espiritual…
Solo Ella es capaz de guiarte en el camino a los infiernos… ese hombre ciego cuyos ojos brillan de tanto mirarse por dentro. Ella que se apiada de tu pierna, de su arrastrar la huella por el polvo. Su voz…solo su voz como un susurro. Pero es el vínculo de su mano lo que te salva. No importa que no veas la luz… esa luz que enceguece…esa luz que detiene la mirada. Oh alma de mi alma…dentro de tu sombra hay tanta claridad tanta lucidez! Ella me decía mírame lo más hondo posible. Un hombre de polvo y viento, sin madre, ciego de sed y de hambre, se bebió su corazón, el agua de su dolor. Pero no podría mirarte así, a ti que eres oscura: habría que amar lo invisible para tener una mirada semejante.
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Te acercas sin saber
Al centro del Ser
En un estado edénico
Tú que te estás muriendo
Y sigues andando con valor
Mi sombra que también se acerca a ti
A ti que te estás muriendo
*
Las olas te empujan
Además de tu valor
Te arrastran hacia el fondo
Implacables
Ya no eres tú quien se hunde
Estás muerto al final una puerta abierta
Que te muestra fijamente la luz
*
El anunciado a mí
Un ser sin alas
En silencio
Un hombre cegado que ve
Por el roce de mi mano
Quien entonces besó mi boca?
Alguien que no era nadie
-Soy yo quien puede llevarlo hasta la luz
*
Aquí estoy
Vacía de luz por dentro
Y estas aguas estremecidas
Mira lo que queda en el fondo de la sal
Apenas un puñado de sombra
Un hilo en los cabos de mi corazón
Un hijo nacido dentro del alma
*
Nadie vendrá a este rompimiento de olas
Sólo yo y el dolor
Dueña de mi propio centro
Nadie me ha dado a luz
Nadie
Esta soledad arrebatada
Estado de gracia en donde me doy a luz
A mí misma
*
Arrojado al fondo del enigma, sin misericordia, sin respuesta. Cerrar los ojos es un acto de amor para no desear… para no ser. En lo que tú llamas distancia está la respuesta. Tú que siempre estás esperando por los oscuros gemidos del deseo.
*
Las olas van y vienen sobre nuestros cuerpos, lejos de nosotros mismos. La intensidad de este viaje que parece no llevarnos a ningún lugar, que no se ha venido de ningún lugar, que no hay ruta. La luz siempre a las espaldas, arrojando una larga sombra en nuestro camino hacia ella.
*
Perder la luz. Sentir solamente el sonido de una voz… adentro. En el rincón más alejado una mujer que se parece tanto a mi sombra. Pero no era tu voz lo que yo anhelaba, Alma de mi alma! si no la forma de tu pie. La huella que me marca el camino donde me espera la respuesta.
*
Oh! Amor, invencible, implacable;
Amor que destruyes cualquier riqueza
que te apostas en la tierna mejilla de la doncella.
El mar no es barrera,
ni la agreste montaña.
Nadie te rehúye, ni el hombre,
ni los dioses inmortales.
El que te posee está fuera de sí.
Por Amor, hasta la mente del justo
puede doblarse para su ruina.
Aquí también: es el Amor el que levantó
la disputa del hijo con su padre.
La luz centelleante del Amor en los
suaves ojos de la desposada obtiene
la victoria, pues el amor se sienta en su trono,
con gran Poder en las instituciones.
¿Quién prevalece contra Eros… hijo de la invencible Afrodita?
Antigona es pues tu apoyo, tu fuerza, tu centro, tu verdad. Ella es el punto de encuentro entre la tierra y el cielo, la que te abrazaba cuando nacías y te abrazaba cuando morías, derramando caridad sobre tu cabeza. Habían levantado un templo en su nombre sobre la cueva donde yace.. en las aguas del océano, frente a la isla de las mujeres. Mas para ellos era imposible ascender allí por propios medios. Solo su mano en la mano del hombre, hacía que ascenso y descenso sellaran un vínculo vivo de correspondencia. Entonces buscabas el rostro de aquella que era el punto de encuentro entre la tierra y el cielo. La que escucha los gritos del mundo, invocándola con los ojos cerrados, sin saber que solo se mostraría cuando fueras capaz de ver el rostro de las aguas.
Esa mujer en el umbral… entre la tierra y el agua, entre la tierra y el cielo, con los brazos extendidos en el viento, en el centro del fuego, del laberinto, de la oscuridad… esa mujer que hace que entiendas que el paraíso tiene la forma de una rosa…
Gunnar Ekelöf…
Suecia 1907 – 1968
Querida madre… Hoy en la tarde, he perdido en el mar el caracol que me habías recogido en la mañana antes de viajar… ha sido la agitación del día, de la gente y la luz… la intensa luz que duele en los ojos. Esta noche te escribo en medio de mi desconsuelo… y no soy más yo. O más bien soy cada vez más yo y menos oscuridad, menos sombra acogedora. Ayúdame madre… ayúdame a encontrar de nuevo el caracol… voy a cerrar mis ojos para que aparezcas… para que aparezcas y me abraces. Ayúdame a encontrar mi alma, ayúdame a encontrarme…
El mundo es cada hombre, poblado en lo más interno de sí
por las criaturas ciegas de la sombra que se rebela
contra el ego que reina sobre ellos.
Cada alma es un millar de almas atrapadas,
cada mundo es un millar de mundos ocultos y ciegos,
estos mundos de abajo,
apasionados, reales y vivos…
pero en mi desconsuelo tú me acoges allí, entre las sombras
tan cierto que entonces soy real.
No es entonces el rey dentro de nosotros mismos
quien desata las fuerzas
pues el rey está prisionero
de esto que creo ser…
En nuestro vincularnos contigo
tomamos tan poco de ti,
de tu vida, de tu muerte, de tu amor
creemos que nuestro sentir nos pertenece solo a nosotros
–
Sinopsis del libro Dïw?n el Príncipe de Emigion 1965 de Günnar Ekelof
Este poema mío no tiene rima: se lo dedico únicamente a Ella.
La palabra «Ella» es mi meta, y por Ella
no quiero aceptar otro intercambio que el de «Dar» y «Coger».
Tarjuman El- Ashwak XLII
El libro trata del Príncipe Emgion, caído en desgracia, condenado a cegamiento al encontrarse entre dos bandos de una guerra por el poder. Ciego pues, es decir, desde la Oscuridad deviene en el Vidente órfico que nos relata sobre la verdad del mundo y el no mundo. Ejecutada la sentencia y enceguecido con un clavo ardiente, la oscuridad exterior provoca en él una extrema lucidez interior. “Diwán” es entonces el testimonio legendario de un hombre interior que canta en lo Negro, y desde ese no color que reúne todos los colores, la Libertad final de los seres, de todos los seres, del amor, que halla en una “Virgen Prostituta”, sea pues, la antítesis de otras santas, en la Madre de todos y de ninguno, la que da amor a todos, la pobre, mísera y vieja entre las míseras
El libro comienza con una invocación a una Virgen, a una figura solitaria, sin nombre, sin hijos. Una virgen que no tiene nada que ver con la Virgen María. Una divinidad precristiana que tiene rasgos de Ishtar, Astarte, Cibeles y la Diana de los Efesios, origen obvio de la devoción mariana del catolicismo.” Una diosa precristiana. Entrega su amor a todos y aunque no tiene hijos considera a todos como hijos suyos. No es madre de dios, no es teotokos. Se puede considerar la visión de Príncipe como un monoteísmo y en femenino, donde el ser adorado, el creador, sería una mujer, no masculino. La idea del amor, ‘la ausencia, la nostalgia’, como que de la oscuridad nace la luz, luz interior, del cegado, lo sagrado.
Fatumeh es la mujer-niña que le fue vendida en un burdel por los mercaderes, para que sirviera de guía al hombre ciego. Fatumeh es el amor del príncipe Emgion para terminar vendiéndose nuevamente en los mercados para seguir malviviendo en su vejez. Este espejismo sigue viviendo en el interior del hombre ciego y seguirá siendo su guía y su apoyo en la travesía hacia el centro del infierno. Los místicos suelen llegar a dios a través de la mujer, pero luego la desechan y estas caen. Mas si han sido amadas, no lo hacen de cualquier manera: se virginizan y todos los mundos nacen de ella a causa de su dolor. Fatumeh es lo que trasciende, lo que convierte al ser en el óvalo que siempre ha sido, es y será. Este proceso sólo es posible en la sombra. Es decir a través de los ojos cegados para el mundo y abiertos hacia lo interno. Eso se llama “Iluminación”…
En la tercera parte del poemario, Guia hacia el Averno, la novicia del poema (es decir, la puerza, la belleza, el bien), se encuentra con un personaje que se llama a sí mismo Satanás y que ella toma por un ángel. El sermón del Diablo recoge el tema de la creación a través del arte: el artista prefiere lo incompleto, lo fragmentario, pues esto es lo que le proporciona espacio libre para la intuición. El mismo ekelof dice más tarde: “toda mi concepción artística es un volver a los orígenes. Volver a empezar y volver otra vez desde el principio: la serpiente que se muerde la cola. El círculo se cierra”. Si Satanás es entonces lo incompleto, lo carente, es entonces esto lo que lleva a la necesidad de crear?… Si es así, es perfectamente coherente el encuentro con la virgen primordial. Surge de todas maneras lo más terrible del dilema: la voluntad de la divinidad en escindirse a sí misma en Bien y Mal. Ya no será solo la criatura quien se fragmenta…. Es el creador.
Panayía ( Panhagía)
Palabra griega que significa “La Sacrosanta”, La Santa Virgen. Toma su significado de las antiguas liturgias de adoración a la Virgen o a la Diosa madre en el Asia Menor. Recoge el sentido y la visión de que la imagen de la divinidad es femenina.
Te hablo a ti
Hablo de ti
desde el fondo de mí mismo
Sé que no contestas
¡Cómo ibas a poder hacerlo
siendo tantos los que te imploran!
Todo lo que pido
es poder quedarme aquí expectante
y que me ofrezcas una señal
desde dentro de mí,
una señal de ti!
*
Tú me consuelas
tú consoladora
¿Cómo lo haces? Porque yo amo
tu más íntimo ser. En mi alma
has dejado huellas
de unos piececillos, de unos deditos
como en la húmeda arena
de una playa
Sin embargo tú no eres
¡Qué plenitud del Ser!
Yo soy -Qué bajeza-
de algo todavía no quemado
Oh déjame calentar estas manos
junto a ti, como junto a un brasero.
*
Oh tú
que estás invisiblemente presente
Siento tus brazos alrededor de mí
Me dejaste besar
uno de tus pechos
el que está sobre el corazón
Luego te fuiste
después de haberme besado los ojos.
*
Mi corazón está inquieto dentro de mí
Su desazón llega hasta mis manos
hasta mi miembro que se yergue
hasta mis sienes que baten violentamente
Oh Diosa mía
Madre mía
que también eres mi hija
Besa mis ojos ciegos
Bésalos con un sueño
como acostumbras
Pon tu mano sobre mi corazón
ingrávida como la caricia de un ala
para calmarlo
Que palpite únicamente
temblando ante tu grandeza
Que palpite el corazón
de pie, con las manos levantadas
por ti.
*
El Diablo es dios
y Dios es diablo
y a mí me enseñaron
a adorar a ambos
a uno de una manera
al otro de otra
pero ambas maneras eran idénticas
porque las dos eran igual de autoritarias
Hasta el día en que conocí
el Amor, brecha
entre dos contendientes
el Amor, un rayito de luz entre los labios sangrantes
La brecha por la que entran los elegidos
al mundo de indiferentes
Indiferentes los que adoran a un Dios
Indiferentes los que adoran a un Diablo.
Guíame princesa, llévame de la mano
Anda, vámonos ya
cruzando el Creciente Fértil
a nuestro país
Nadie nos puede hacer daño
y a nadie haremos daño
El haber sido cegado aguza la vista
hasta la luz.
Dame agua
aunque sea gota a gota de tus dedos
Yo la mamaré de ellos uno tras otro
como el cabritillo mama de la esposa del pastor
¡Tú la de los múltiples pechos!
Oh dame agua
Iré besando las gotas dedo tras dedo
sin olvidar ninguno
También besaré los dedos de tus pies
con los que vadeando has llegado hasta mí
cruzando el agua fría, los restos del barro
de las últimas lluvias
Ahora la ciudad está envuelta en polvo
nube tras nube de polvo y de polvillo de paja
se arremolinan con el viento Meltemi
y penetran hasta aquí dentro
Dame agua de tus dedos
Sí, también de los pies.
*
Brillaron tus ojos dorados, esposa mía,
cuando levantaron el velo de tu cabeza
Eran negros, los ojos más negros
pero cuando levantaron el velo de tu cabeza
en su negrura había oro
Jamás olvidaré
la chispa que lanzaron al reconocerme
aunque ahora no puedo ver nada
Tienes ojos negros, mi amor
los ojos mas negros, los más hermosos
con una chispa de fuego
que todavía puedo ver.
Poemas reflejos de Edgar Vidaurre
Del poemario el lamento de Ariadna…
Aquí estamos, desnudos, sufriendo, esperando la hora de fuego. La distancia Tiene la medida del sueño, y yo recorro ese largo camino entre mis ojos abiertos y mis ojos cerrados. Me he visto. Me he visto por un instante en los ojos de una mujer hasta convertirme en un desconocido para mí mismo. Pero ella ¿dónde está? Ella sigue apareciendo silenciosa entre las rosas colgantes del sueño. Tú dices que el camino del alma es hacia el centro. Dame entonces la señal estremecida. Dame la respuesta para esta encrucijada. Dame esa respuesta Alma de mi alma!
*
De las dos Ella fue la elegida. Nacida a partir de mí mismo, imagen de mi imagen. Sólo aceptaré la visita a plena luz, lejos de la sombra donde me acechas tú, la que fue repudiada.
*
Abro los ojos, los cierro. ¿Cual de las dos contiene la verdad? Nosotros que también las buscamos solo podemos ver la luz. Pero a ella que está tan sola como yo, no le gusta dejarse ver. Flor que se abre en lo más alejado. Oculta tras la presencia de todas las demás. Hemos preferido abrir los ojos, amar lo visible… Por eso también estamos solos.
*
El camino es interminable. Comienza en donde acaba y no hay salida. Esa mujer que me levanta, y me vuelve a levantar. Estuve contemplando todo el día tu sombra mientras el sol me atravesaba la espalda. No importaba que me acercara o me alejara, siempre veía tu sombra, sin distinguir muy bien si la luz venía de adentro o de afuera. Ya no hay caminos amor, “sólo tu sombra que le da presencia corporal a mi alma”.
*
Solo Perdido en la luz… la única a la que puedo llamar mía. Prefiero entonces la noche, los ojos del alma que me fijan en la sombra para entender. Te dejo allí de pie… en el estallido de esta ola que te religa a la sagrada belleza.
*
¿Por cuánto tiempo más? Me levanto, me caigo y me vuelvo a levantar. Mil caminos en esta noche llena de imágenes y deseos perdidos. Tu señal, tu rastro me persigue en el sueño y no puedo ocultarme. Tu presencia en el centro, más cerca o más lejos. Dar vueltas a tu alrededor, mirarte por todos los lados con los ojos cerrados. Solo permanece fija esta luz interna como el dolor. Mi cuerpo y el mundo que tienen ahora las dimensiones del alma.
*
El anunciado a ti te mira a los ojos, que son como una inmensa espera llena de alma. Aquel que se va diluyendo en lo más profundo de ti repitiendo tu nombre. Un hombre ciego que ve, que repite tu nombre como un susurro y los dedos que recorren el muro buscando tu boca como un presentimiento. Fundido a ti será como tu sombra hasta morirse. Un nacimiento en la muerte. Con su boca abierta muy cerca de la tuya te entregará una gota de saliva para que la guardes. Sellarás tus labios con el gesto del dolor. Oh! Tú que te has compadecido de mí, que me contienes ahora en mi totalidad. Una canción, un lamento sobre mi destino. Tu nombre. Tu nombre será mi susurro…